jueves, 24 de marzo de 2011

EL AMOR A NUESTRO HIJO DESDE SU CONCEPCIÓN


EL AMOR A NUESTRO HIJO DESDE SU CONCEPCIÓN
Y LA PRESIÓN EUGENÉSICA PARA ABORTAR

El 25 de marzo  celebramos la Jornada por la Vida y se me ha ocurrido ofreceros un artículo cuyo contenido está a la orden del día en los hospitales. Como estoy segura de que muchos desconocéis el tema a fondo os ofrezco este artículo interesante de Isis Barajas publicado recientemente en la revista Misión.

"¿Qué ganas con que nazca?"
Ana Luz llego a RedMadre con los ojos hinchados de tanto llorar.  (http://www.redmadre.es/, fundación creada en 2007 con el propósito de activar una Red solidaria de apoyo, asesoramiento y ayuda a la mujer para superar cualquier conflicto surgido ante un embarazo imprevisto.) El padre de su hija le había abandonado, se quedó sin trabajo por estar embarazada y los médicos no hacían más que presionarla para que abortara. Le dijeron que su hija tenía Síndrome de Down, que tenía alguna cardiopatía, que probablemente sus riñones estarían dañados y que lo más seguro es que muriera antes de nacer. El episodio más doloroso lo afrontó después de una biopsia corial. Alba empezó a sangrar y escuchó cómo un médico le decía a otro:¿ Qué hacemos, le calmamos el sangrado?" "No, déjalo, así expulsa lo que lleva dentro", respondió el otro. Ella atónita ante estas palabras le preguntó cómo había podido decir eso, a lo que el facultativo respondió: "Pero si tu bebé viene mal, ¿qué ganas con que nazca?" "En ese momento me puse a rezar y a decir al Señor que yo amaba lo que él me había dado, que sólo Él me lo podía quitar y que, por favor, me ayudara." Todas las puertas se le cerraron hasta que encontró el aliento de Carmina y Esperanza en RedMadre. "Me abrazaron y me dijeron que ya no me preocupara más, que ellas iban a estar conmigo." Le llevaron a un médico de confianza que le confirmó que el corazón de su bebé estaba sano y que no tenía el resto de complicaciones que le habían confirmado. Finalmente, el pasado 28 de febrero , Ana Luz pudo ver la carita de su hija, a la que ha llamado Victoria porque su vida ha sido un auténtico triunfo ante todos los obstáculos que ha tenido que superar durante la gestación. La pequeña tiene Síndrome de Down, pero su vida no sufre ningún peligro. "Su madre sabe ahora que por muchas enfermedades que tengamos, nadie es imperfecto para Dios, les incapacitamos los seres humanos porque así les hacemos sentir."

Según las últimas cifras de 2009, 3.317 fetos han sido abortados tras recibir diagnóstico prenatal adverso. Para Esteban Rodríguez, ginecólogo y presidente de la comisión deontológica de Ginecólogos de Derecho a Vivir (DAV), el principal problema es el planteamiento con el que están hechos los programas de cribado y diagnóstico prenatal, hasta el punto de convertirlos en una especie de controles de calidad que el feto debe ir pasando para certificar su normalidad: "La primera presión para abortar radica en el hecho de someter a toda la población en gestación a un sistema de diagnóstico prenatal que no respeta la dignidad del ser humano en las etapas iniciales de su vida y mediante el cual se le somete a una batería de pruebas que lo ponen en riesgo de que alguien pueda decidir que tiene que morir."

Estos momentos de cribado se articulan en dos momentos clave del embarazo: en la semana 12 y en la 20. En la primera prueba se detectan posibles alteraciones cromosómicas, y, en caso necesario, se confirma el diagnóstico con otras pruebas invasivas como la amiocentesis o la biopsia corial. Posteriormente en la semana 20 se detectan posibles alteraciones de los órganos.

Según declara el Dr. Rodríguez, estas pruebas son voluntarias para las madres, que deben firmar un consentimiento, pero en la práctica se han convertido en una rutina y se presiona a las mujeres sobre la conveniencia de someterse a ellas (sin advertir de los riesgos que suponen para el feto y de que las enfermedades detectables son de imposible curación en su mayoría)... De hecho el propio consentimiento  informado que avala la Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia para el cribado de las 12 semanas, y que debe firmar la madre, deja claro explícitamente la intención abortiva de la prueba: "El objetivo final es conocer la integridad cromosómica de mi hijo y, de no ser así, permitirme acogerme a la Ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo."

 Evidentemente, hay que distinguir entre los controles habituales de un embarazo y los programas de cribado destinados al diagnóstico de cromosomopatías y malformaciones genéticas. Para Esteban Rodríguez, "no hay nada que objetar a controlar la patología de un embarazo con la intención de prever un parto y proporcionar los cuidados neonatales que precise un niño enfermo." El problema está en que en la práctica el buen y el mal uso del diagnóstico prenatal son inseparables debido a la legislación abortista.

Por increible que parezca, algunos médicos "transmiten una alarma innecesaria a la embarazada, quizá para protegerse así mismo de futuras demandas si el bebé nace con alguna malformación". Es mucho más fácil mandar a una mujer a abortar que luego litigar con ella", subraya Carmina García Valdés, presidenta de la Fundación RedMadre. Y añade que "más del 60% de las mujeres embarazadas que atendemos nos dicen que `tienen´que abortar porque su médico les ha diagnosticado una malformación física o psicológica. Sólo el 20% es un diagnóstico comprobado tras analítica, ecografía o amiocentesis, pero el resto no es un diagnóstico cien por cien fiable, es decir el médico les dice que hay una probabilidad (a veces sólo del 30%) de que su hijo venga mal, sin especificar la malformación, y eso ya las fuerza a tomar la decisión de abortar a su hijo"

¿Cuántos fetos habrán sido abortados por considerarlos "no aptos", cuando en realidad estaban totalmente sanos? Nunca lo sabremos, pero seguramente más de los que pensamos, ya que las pruebas se hacen con bastante premura y en ocasiones no es confirmado el diagnóstico para asegurar el cumplimiento de los plazos de la Ley del aborto. Pero en el caso de que el bebé tenga una enfermedad o deformación, no sólo no es razón para no abortarle sino para protegerle aún más, ya que durante la gestación, el paciente no es sólo la madre sino también el hijo que está esperando.

Evidentemente, la noticia de que nuestro hijo tiene una malformación cae como una bomba de relojería, pero en vez de ayudar a las madres a aceptar esta situación con esperanza se les aboca directamente al aborto. "No se les dice que tener un hijo con Síndrome de Down no es una desgracia, que hay asociaciones que les pueden ayudar a criar a ese hijo y que las familias con hijos así son perfectamente normales y felices. Tampoco se les informa de que hay familias dispuestas a adoptar a esos bebés, ni se les habla de las secuelas psicológicas, tanto para la madre como para el padre, que les va a ocasionar abortar a ese hijo, por muy fiable que sea el diagnóstico"

En contrapartida, desde RedMadre se les da toda la información completa y veraz que necesita una embarazada antes de tomar una decisión , pero, sobre todo, se les ofrece un espacio de confianza, cariño y comprensión ante esa durísima noticia.

¿Necesitas ayuda? Fundación RedMadre 902 188 988  o info@redmadre.es)


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miércoles, 16 de marzo de 2011

19 de marzo, San José - Día del padre - PADRES BUENOS Y BUENOS PADRES

Guía a tus hijos, llénales de sabiduría y de voluntad.
"Padres buenos hay muchos, buenos padres hay pocos. No creo que haya cosa más difícil que ser un buen padre. En cambio no es difícil ser un padre bueno. Un corazón blando basta para ser un padre bueno; en cambio, la voluntad más fuerte y la cabeza más clara son todavía poco para ser un buen padre.”Así dice Aaron Hass, profesor de Psicología y Psiquiatría dedicado a la terapia familiar y padre de dos hijas.  Estas son las diferencias que hay entre padres buenos y buenos padres:
El padre bueno quiere sin pensar, el buen padre piensa para querer. 
El padre bueno sólo sabe decir sí. El buen padre dice que sí cuando es sí y que no cuando es no.
El padre bueno hace del niño un pequeño dios, que acaba convirtiéndose en un pequeño demonio. El buen padre no hace ídolos; templa el carácter del hijo llevándolo por el camino del deber y del trabajo.
El padre bueno ablanda la voluntad de su hijo, ahorrándole esfuerzos y responsabilidades. El buen padre echa a volar la fantasía de sus hijos con cualquier cosa por simple que sea.
El padre bueno no se atreve a exigir por temor a ser menos querido; el buen padre exige con amor y ama con exigencia.
Y, de este modo el padre bueno llegará a la vejez decepcionado y arrepentido, mientras que el buen padre crece en años respetado, querido, y al final comprendido.
Tomás Malmierca, educador de Fomentos de Centros de Enseñanza y padre de ocho hijos, expone algunas características principales de la paternidad.
El padre llena con su presencia un hogar, igual o distinto que la madre, pero lo llena. El padre aporta seguridad, confianza; sustentos afectivos, cariño, comprensión, perdón; sustentos intelectuales, enseñando a sus hijos; y sustentos espirituales.
Del padre se espera autoridad, que significa referencia, guía, conocer el camino de la vida, marcar unos límites por el bien del hijo, saber corregir sin humillar. Sabe exigir, al igual que la madre, para que sus hijos sean fuertes, trabajadores, respetuosos con el ser humano y con el medio ambiente. Es diligente cuando sanciona. El padre confía en los hijos, anima a usar la libertad. Es a la vez autoridad y acogimiento. Esperan de él amor, cariño, afecto, abrazos. No es propio de la paternidad el distanciamiento afectivo. Por eso, es afable, sabe consolar, tiene sentido del humor, sabe recibir, promueve, cuida la vida de familia y sabe celebrar.
LLena la vida de tus hijos de recuerdos buenos, de enseñanzas: enséñales a jugar, hazles un dibujo, cuéntales cómo te enamoraste de su madre, háblales de la historia de tu vida y sobre todo, proponte tiempo para escucharles. Recuerda que eres guía de tus hijos, que ellos buscan tu colaboración o tu opinión sobre sus iniciativas.
Con nuestros mejores deseos de que seas un buen padre
¡Feliz día papá!
Jaime Márquez
Revista PALABRA nº133, marzo 2005